«Nada fascina tanto a la mente como la existencia del mundo externo, de algo que le es refractario y no le obedece. Viciada por su propia omnipotencia, por su propia capacidad de relacionar e identificar todo con todo, la mente quiso un obstáculo de tamaño no menor que el mundo, lo deseó. Acosarlo, penetrarlo: ése podía ser el desafío más exaltante y ambiguo. Ésa fue la persecución del antílope. Nunca se detuvo.»
« “¿Para qué sirve el placer?” Brahmâ sonrió, ligeramente turbado, como cuando nos había convocado a la casa de Daksa. Respondió: “Para mantener el esmalte del mundo."(...) Cada vez que cedemos [al placer], ayudamos a que el mundo recomponga su esmalte.»
(versión de Edgardo Dobry)
Ka
Roberto Calasso